
La ascensión:
La tragedia comenzó a gestarse cuando la expedición inició la subida desde el campo base Plaza de Mulas (4.280 metros) por la ruta noroeste o de los refugios, la menos difícil y, por eso mismo, la más transitada. El lunes hicieron noche en un vivac en Nido de Cóndores (5.400 metros).
El martes reanudaron la marcha en la madrugada, pasaron por los refugios Berlín, Plantamura y Libertad (5.890 metros), superaron la cota del refugio Independencia (6.300 metros) y Cuesta del Viento, hasta Peñón Martínez. Luego se internaron en la Gran Canaleta, de 350 metros de altura -una medialuna pedregosa que ahora tiene bastante hielo- hasta arribar a la cumbre norte. Toda esta parte de la travesía se hace caminando, sin la necesidad de utilizar técnicas de escalada. Pisaron la cima a las 16.30 cuando se recomienda llegar a las 12 o a más tardar a las 14, porque no sólo deben tener resto físico para volver, sino evitar las famosas tormentas súbitas del pico y la noche para no perderse, salvo en el caso de montañeros muy experimentados.

Una de las italianas, volvió a Nido de Cóndores y los demás quedaron atrapados por una tormenta que les impedía ver poco más allá de sus narices. Ya agotados, en vez de retomar la Gran Canaleta, se metieron en el Glaciar de los Polacos, una lengua de hielo de casi mil metros en donde se registraron las mayores gestas y los peores dramas del Aconcagua. Cuando habían descendido unos 300 metros, dos de los montañistas italianos no advirtieron un cambio de pendiente y resbalaron, cayendo alrededor de 20 metros. Uno de ellos se partió la cabeza y murió. El cuerpo quedó en un sitio inaccesible. El otro sufrió una fractura. Todos se vieron inmovilizados. Entendieron que no podían seguir porque existía el riesgo de perder la vida y por eso decidieron parar. Esta percepción estaba reforzada por un dato fundamental: habían dejado sus mochilas con el equipo de vivac al pie de la Gran Canaleta, mientras subían, para aliviar el peso. Con lo puesto, aunque arropados con buen abrigo, se dispusieron a resistir a la intemperie en un estado casi agónico.El guía Campanini se comunicó dos veces por radio: al hacer cumbre para informar que los había tomado una tempestad, y cuando tuvieron el accidente. Ahí reveló que había muerto uno de sus clientes. Lo que vendría luego sería la pesadilla, la desesperación y la resistencia casi heroica.
El rescate:
La expedición ya había pasado dos noches al raso con temperaturas entre 18 y 25 grados bajo cero, durmiendo al raso y sin poder vivaquear ya que el material lo habían dejado atrás en la ascensión para subir más ligeros. En el este punto Campanini se convierte en héroe ya que es él el que sigue animando a los integrantes italianos que empiezan a caer en la desesperación y quien deja sus guantes a una italiana ya que había perdido los suyos aún a riesgo de sufrir congelaciones en sus manos.
Con estos referentes no hay tiempo que perder y el equipo de rescate hace algo totalmente desaconsejado en cualquier caso, ascender de golpe en helicóptero sin tiempo para aclimatarse a la altura, cosa que les hubiese llevado tres días.
Tras esto el grupo era bajado al refugio Berlín, en circunstancias muy complicadas. Este refugio está a 6.300 m, y el objetivo era para pasar la noche allí e intentar ganar las instalaciones más bajas de la ruta Norte. La decisión de intentar un descenso nocturno estaba dictada por el estado precario de salud de los sobrevivientes, que padecían de hipotermia, deshidratación y probablemente congelamientos.
El cónsul de Italia acude al centro de rescate desde donde se coordinan todos los movimientos y poco a poco se empiezan a saber noticias, como el nombre de la fallecida, etc. Las duras imágenes que todo el mundo ha visto no llegan hasta pasados un día o dos. La cinta apareció en la puerta de la casa de los padres de Campanini sin referencia ninguna y las imágenes han conmocionado al país entero y toda la comunidad montañera y escaladora a nivel mundial.
Ya hemos visto que Federico Campanini llegó demasiado tarde a la cumbre y que tal vez la mejor medida hubiese sido descender con la otra alpinista italiana pero a toro pasado todo el mundo sabe qué hacer. Hay que escuchar la voz de cansancio del lider del grupo y lo que dice. Seguir con él hubiese podido suponer tener que sumar cruces a un rescate en el que se hizo lo que se pudo y aunque a día de hoy el jefe del grupo ha sido apartado de sus funciones, cuando se está al cargo de algo hay que tomar medidas impopulares y muchas veces duras como en este caso, en el que de una decisión dependen las vidas de personas.
En cualquier caso, descansa en paz, federico Campanini